sábado, 3 de septiembre de 2011

Una historia desde la zona de tornados

Nota del Editor: El miércoles 27 de abril, Dauna Coulter, quien escribe para Ciencia@NASA, se encontraba cerca de la "zona cero" mientras un super despliegue de tornados azotaba el norte de Alabama. Esta historia cuenta sobre la ciencia que ella observó durante el evento, la cual escribió y envió desde la zona del desastre.

Abril 27, 2011: Las sirenas de tornados aullaron durante todo el día. Sus alaridos sonaban con fuerza y luego disminuían por un tiempo, sólo para volver a comenzar unos minutos después, en el momento en el cual los pronosticadores avistaran otro eco en cadena en sus radares y los cazadores de tormentas, impulsados por la adrenalina, confirmaran los tornados que descendían desde los agitados cielos uno tras otro.
Recubrimos el armario de nuestro baño con frazadas y almohadas para proteger a mi nieto. Mi esposo salía una y otra vez a mirar el cielo. Si una atmósfera pudiera estar dotada de sentidos, la que estaba allá afuera era un malévolo ente viviente. Esta no era una tormenta común y corriente. Incluso nuestro perro, de raza golden retriever, caminaba de un lado al otro, inquieto.


Tornado Story (storm clouds, 550px)
 
 
Nubes de tormenta acercándose a Huntsville, Alabama, el 27 de abril. Crédito de la fotografía: Nancy Vreuls, de NASA/MSFC.
Hacia el final de la tarde, perdimos la energía eléctrica. Buscamos apresuradamente una radio, baterías, linternas, velas y fósforos, mientras los tornados continuaban azotando la región. El viento finalmente se detuvo a las 10 de la noche.
Abril 28, 2011: Aún no había energía eléctrica cuando me desperté la mañana siguiente a la tormenta. Preparé café usando nuestra cocina de campamento, ubicada en el patio trasero, y me senté en una reposera para escuchar la radio. Las noticias resultaron ser peores de lo que esperaba. Mientras el Sol se levantaba marcando el inicio de un día claro y brillante, como si fuese una disculpa por lo sucedido el día anterior, recité una silenciosa oración por aquellos que habían perdido sus vidas durante las tormentas. Estaban, y siguen estando, en mi mente y en mi corazón. (A más de una semana del evento, aún no se ha encontrado a todas las personas desaparecidas.)
No fue hasta la noche de ese día que pude comunicarme por teléfono celular con mi familia y mis amigos e incluso entonces el servicio telefónico fijo era irregular, como lo sería durante los dos días siguientes. La gente con la cual pude finalmente establecer contacto dijo que habían intentando comunicarse conmigo. El editor de Science@NASA, Tony Phillips, era uno de ellos. Cuando por fin hablé con él, primero se aseguró de que me encontraba bien y luego me dijo algo que me dejó anonadada: "Quiero que escribas una historia sobre esto".
¿Sin electricidad ni computadora y con señal de celular esporádica?
"Está bien", le respondí, y comencé a pensar cómo lo haría.


Abril 29, 2011: A la mañana siguiente localicé a una amiga que vivía cerca de la frontera con Tennessee, a 48 kilómetros (30 millas) de distancia, y que tenía electricidad y acceso a Internet. La ruta para llegar a su casa atravesaba una de las "zonas de guerra". No había quedado nada intacto.
¿Qué podía haber causado una tormenta de esa magnitud?
Envié un correo electrónico a varias personas de la NASA y del Servicio Meteorológico Nacional, a quienes podría entrevistar, con la esperanza de que tuvieran acceso a Internet y, sobre todo, algunas respuestas. Pedí a mis contactos que me hablaran por teléfono, ya que no tenía acceso a Internet en Huntsville y hacia allí me dirigía de regreso.
Hacia la mitad de la tarde, nadie había llamado aún, así que cambié de táctica.


Tornado Story (ef5, 200px)
 
Un tornado, tan ancho que su forma de embudo no es inmediatamente visible, se acerca a Huntsville, Alabama. Crédito del video: Sissy Brown, de la Iglesia Bautista Fairview.
Manejé hasta el Centro Nacional de Ciencia y Tecnología Espacial (National Space Science and Technology Center o NSSTC, por su sigla en idioma inglés), un centro de investigaciones de vanguardia sobre clima severo. Dicho centro es además sede de investigadores de la NASA y de la Universidad de Alabama, así como de la Oficina de Pronósticos del Servicio Meteorológico Nacional, en Huntsville. Irónicamente, la histórica secuencia de tornados había rasgado el cielo justo por encima del centro el día 27, lo que ocasionó que fuese evacuado durante poco tiempo, con excepción del personal clave dedicado al estudio del tiempo.1
Me reconfortó ver diversos automóviles en el estacionamiento y escuchar el zumbido de un generador. Utilizando mi insignia para ingresar al edificio, recorrí varios pasillos a media luz hasta llegar a la Oficina del Servicio Meteorológico. Allí encontré a Larry Burgett, de la Unidad de Servicios Públicos y a la pronosticadora del tiempo Jenniffer Lee. Ellos eran parte de un gran equipo que había trabajado el día de la tormenta desde las 3:30 de la madrugada hasta las 10 de la noche (hora del centro) sin descanso, con el fin de registrar el evento y alertar a la población.
"Fue un día sin igual", dice Burgett. "Nunca habíamos emitido tantas advertencias, una después de la otra, en un tiempo tan corto. Y nunca habíamos tenido tantos informes de daños en un solo día".
El equipo de campo2 que examinó el daño en el norte de Alabama informó sobre uno de los tornados y lo clasificó como tornado de clase EF–5, una categoría exclusiva dentro de la cual se encuentran los tornados más violentos y destructivos. Tenía vientos cuyo pico alcanzaba los 338 kph (210 mph), llegó a tener 2 kilómetros (1,25 millas) de ancho en algunos lugares y permaneció en el suelo a lo largo de 212 kilómetros (132 millas).
"No sólo fue un tremendo despliegue de tornados, sino que además muchos de ellos ocasionaron destrozos en el suelo durante un largo tiempo", dijo Lee. "Es muy inusual que tantos embudos se queden en el suelo por tanto tiempo".
Burgett describió diversas cosas increíbles: "Algunas casas fueron golpeadas no una sino dos veces por un tornado montado en la espalda de otro. Eso es inaudito. Quizás en alguna rara ocasión escuchará de una casa que es golpeada dos veces a lo largo de varios años, pero nunca en el mismo día. Y en todos los sitios donde un tornado tocó tierra hubo daños mayores"

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Tornado Story (tracks, 550px)
 
Rastros de tornado, los cuales se muestran en color según la intensidad. El tornado EF–5 más poderoso, que pasó por el lugar donde se encontraba Dauna Coulter, en Huntsville, está representado en morado.
Manejé de regreso a casa, tratando de digerir y lamentando todas las cosas que me enteré ese día y, sin embargo, nadie me había explicado cómo esta catástrofe, de las que ocurren una vez al siglo, había sucedido. ¿Cómo pudo esta tormenta acumular suficiente energía para transfomarse en una máquina de tornados tan monstruosa?
Más tarde, el meteorólogo de la NASA Walt Petersen3 y el meteorólogo de la UA–Huntsville (Universidad de Alabama en Hunstville) Tim Coleman me llamaron para explicarme algunas cosas.
"Una bolsa de aire profundamente frío se escurrió hacia el Sureste, en el centro de Estados Unidos, detrás de un frente frío que iba a la retaguardia de un sistema de baja presión al nivel del suelo", explica Petersen. "Aire húmedo que provenía del Golfo de México fluyó hacia el área de baja presión como agua que se dirige apresuradamente hacia una alcantarilla abierta. Por encima de este aire húmedo se encontraban vientos muy fuertes, con mucha cizalladura del viento. Eso quiere decir que el viento cambiaba de dirección y se aceleraba conforme subía, causando de este modo que las corrientes ascendentes de la tormenta se enroscaran a medida que subían a lo largo del viento que giraba. Colectivamente, estos componentes resultaron ser mortales y produjeron que las tormentas se formaran y se intensificaran, y al mismo tiempo provocaron que giren debido a la cizalladura del viento".
Coleman agregó: "Este tipo de configuración de la atmósfera es extremadamente inusual. Tenemos un indicador en meteorología que llamamos el Índice de Helicidad y Energía (Energy Helicity Index o EHI, por su sigla en idioma inglés), el cual indica la probabilidad de que se formen tornados. Cuando el EHI sobrepasa un valor de 2, se pueden esperar algunos tornados. Si es mayor que 5, se pueden esperar tornados significativos. Antes del evento de ese día, los modelos de computadora predijeron un EHI de 10, y esa predicción resultó ser atinada".
Tim Coleman admite que se sintió atemorizado por lo que estaba desarrollándose frente a sus ojos. Y, como miembro del equipo que revisó entre los escombros el día despúes de la mega–tormenta, se percató de que sus temores se habían convertido en realidad.
"Casas de ladrillo hechas pedazos. Incluso habían sido destruidas partes de las paredes de los sótanos que se encontraban por encima del nivel del suelo. Había montañas de escombros en el piso de los sótanos, entre los cuales se incluían bloques de concreto y grandes piezas de madera cortada. Algunos de estos tornados fueron tan intensos que hubiera sido casi imposible sobrevivir a ellos. Solamente un refugio para tormentas bien construido podría haber permanecido de pie".
Abril 30, 2011: Durante los siguientes días, trabajé en esta historia cuando el tiempo lo permitía, a la sombra de un árbol durante el día y a la luz de la vela durante la noche. Aunque me mantuve ocupada el resto del tiempo calentando agua para lavar platos, esperando en largas filas para comprar hielo o gasolina en las pocas tiendas que tenían generadores, y estando al tanto de mis padres ya ancianos, en cierto sentido, la vida había disminuido su ritmo y se había vuelto más tranquila. No se escuchaba el bullicio de los televisores, ni el zumbido de los acondicionadores de aire o el ruido de las cortadoras de césped. (La gasolina que había se necesitaba para los automóviles.) Incluso los perros se encontraban extrañamente silenciosos. Yo nunca había dormido tan bien.

Tornado Story (sign, 200px)
 
Humor en medio de la tragedia. Crédito de la fotografía: Dauna Coulter.
En otras circunstancias, hubiera parecido que estábamos disfrutando de unas vacaciones prolongadas. Todo el mundo se encontraba en el pueblo, caminando a la tienda, andando en bicicleta, visitándose. Y mantenían el ánimo y su sentido del humor a pesar de todo. Un vecino colocó este cartel (que, en idioma español, dice: "Canjeamos cerveza caliente -antes el cartel decía 'fría'- por leña").
Al atardecer, nuestros vecinos traían los contenidos de sus refrigeradores y congeladores ahora difuntos con el fin de compartirlos y cocinábamos en la parrilla y en la cocina de campamento. Muchas comunidades de todo el pueblo tuvieron reuniones similares. Mi padre, de 86 años, quien cuida y cocina para mi madre que está semi–incapacitada, informaba cada día lo que sus vecinos habían llevado para la cena. "¡Hemos estado comiendo mejor que con lo que yo cocino!", dijo.
De noche, la ciudad estaba tan oscura que era como vivir en otro siglo. Yo andaba en bicicleta bajo las estrellas. El suave brillo de la luz de las velas se filtraba a través de las ventanas de las casas vecinas, reemplazando al chillón resplandor de las luces incandescentes. Algunas familias se reunían alrededor de fogatas encendidas en sus patios traseros. Y, sin siquiera la presencia de la Luna, vi estrellas que nunca había visto antes. ¡Allí estaba, arriba de mi cabeza, la Vía Láctea entera!



Mayo 2, 2011: Ha sido una semana con sabor agridulce.
Estaba sentada en el patio trasero, anoche, cuando de pronto una ola de gritos y celebraciones se escuchó a la distancia y pareció venir hacia mí. Se volvió más y más estruendosa, más y más cercana, y alcanzó su punto culminante cuando mi hijo, asomado por la puerta trasera, gritó: "¡Ha vuelto la electricidad!"
La gente celebraba mientras las luces se encendían rápidamente, calle por calle, en todo el vecindario.
"Hágase la luz!" (Esa fui yo, uniéndome a la onda sonora.)
Recordaré esta experiencia durante mucho, mucho tiempo: Lentos y entrecortados recorridos en automóvil a través de la ciudad sin alumbrado público, esperas en largas filas para comprar algo de hielo o de gasolina, o unas cuantas salchichas para hacer a la parrilla, toques de queda, duchas heladas, movimientos a tientas en la oscuridad en busca de mi cepillo de dientes, golpeándome los dedos del pie en cuartos con poca luz... y pensando en aquellos que no fueron tan afortunados.

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