Aproximadamente cada 120 años, una mancha oscura se desliza a
través del Sol. Pequeña, negra como la tinta, casi perfectamente
circular, no es una mancha solar común. No todos pueden verla, pero
aquellos que lo hacen tienen un sentimiento muy extraño de pararse en
puntas de pie sobre la arena húmeda, en la playa de una isla del
Pacífico Sur...
Los olores de la ciudad llegaban desde Plymouth y atravesaban la
embarcación, dejando de lado el aire salobre. Las gaviotas marinas
revoloteaban en vuelo ascendente, graznando, mientras las velas se
desplegaban hasta tensarse. El viento había cambiado y era hora de
partir.
El 12 de agosto de 1768, el Bark Endeavour de Su Majestad abandonó
el puerto al mando del Teniente James Cook, con destino a Tahití. La
isla había sido "descubierta" por los europeos hacía apenas un año, en
el Pacífico Sur, una parte de la Tierra tan escasamente explorada que
los cartógrafos no podían ponerse de acuerdo respecto de si allí había
un continente gigante o no. Pero también Cook podría haber estado yendo a
la Luna o a Marte. Tendría que navegar a través de miles de kilómetros
de mar abierto, sin nada que se pareciera a un GPS (Global Positioning
System, en idioma inglés, o Sistema de Posicionamiento Global, en idioma
español) o sin ni siquiera un buen reloj de pulsera para tomar el
tiempo de navegación y hallar una mota de tierra a apenas 32 kilómetros
(20 millas) de distancia. En el camino, peligrosas tormentas podrían
materializarse (como de hecho sucedió) sin aviso. Desconocidas formas de
vida aguardaban en las aguas del océano. Cook pensaba que la mitad de
la tripulación perecería.
Pero valía la pena arriesgarse, consideró, para observar un tránsito de Venus.
"A las 2 de la tarde partimos hacia el mar con 94 personas a
bordo", anotó Cook en su registro. El joven naturalista que viajaba en
el barco, de nombre Joseph Banks, fue más romántico: "Partimos desde
Europa y sólo el cielo sabe por cuánto tiempo, quizás para siempre",
escribió.
Su misión era llegar a Tahití antes de junio de 1769, establecerse
entre los isleños y construir un observatorio astronómico. Cook y su
tripulación observarían el deslizamiento de Venus a través de la cara
del Sol y, de este modo, podrían medir el tamaño del sistema solar. O
eso esperaba la Academia Real de Inglaterra, que patrocinó el viaje.
El tamaño del sistema solar fue uno de los principales enigmas de
la ciencia en el siglo XVIII, tanto como lo es la naturaleza de la
materia oscura y de la energía oscura en la actualidad. En la época de
Cook, los astrónomos sabían que había seis planetas que orbitaban al Sol
(Urano, Neptuno y Plutón todavía no habían sido descubiertos), y
conocían el espaciamiento relativo de dichos planetas. Júpiter, por
ejemplo, está ubicado 5 veces más lejos del Sol que la Tierra. Pero,
¿qué distancia es esa, en kilómetros? Se desconocían las distancias
absolutas.
Venus era la clave. Edmund Halley se dio cuenta de esto en el año
1716. Tal como se lo ve desde la Tierra, Venus ocasionalmente cruza la
cara del Sol. Se parece a un disco de color negro azabache que se
desliza lentamente entre las verdaderas manchas del Sol. Mediante la
anotación del inicio y del tiempo de paro del tránsito, desde lugares
muy distantes entre sí en la Tierra, razonó Halley, los astrónomos
podrían calcular la distancia a Venus utilizando los principios de
paralaje. La escala del resto del sistema solar sería el próximo paso.
Pero había un problema. Los tránsitos de Venus no son frecuentes.
Tienen lugar de a pares, con 8 años de diferencia, y están separados por
aproximadamente 120 años. El propio Halley no viviría para ver uno de
ellos. Un equipo internacional intentó calcular la duración de un
tránsito de Venus en el año 1761, pero las condiciones climáticas y
otros factores hicieron que se estropearan la mayoría de los datos. Si
Cook y otros fracasaban en 1769, todos los astrónomos de la Tierra
estarían muertos antes de que llegara la próxima oportunidad, en el año
1874
.
A la expedición de Cook con frecuencia se la compara con una
misión espacial. "El Endeavor no solamente hizo un viaje de
descubrimiento", escribe Tony Horwitz, en el diario de viajes denominado
"Latitudes Azules: Tras el rastro del capitán Cook", "también fue un
laboratorio para poner a prueba las teorías y tecnologías más nuevas,
tal como lo hacen las naves espaciales de la actualidad".
En particular, la tripulación del Endeavor iba a ser el conejillo
de Indias en la lucha de la Marina contra el "flagelo de los mares": el
escorbuto. El cuerpo humano puede almacenar vitamina C únicamente por
alrededor de 6 semanas y, cuando se agota, los marineros experimentan
lasitud, desintegración de las encías y hemorragias. Algunas
embarcaciones del siglo XVIII perdieron la mitad de su tripulación
debido al escorbuto. Cook llevaba a bordo una variedad de alimentos
experimentales y daba de comer a su tripulación cosas tales como:
chucrut y malta sin fermentar. Quien se negara a comerlo sería
castigado. De hecho, Cook azotaba a uno de cada cinco miembros de su
tripulación, algo normal por esos días, según relata Horwitz.
Para cuando Cook llegó a Tahití en 1769, había estado navegando
hacia el Oeste durante 8 meses (casi el mismo tiempo que los astronautas
modernos emplearían para llegar a Marte). Se perdieron cinco
tripulantes cuando el barco navegó alrededor del tormentoso Cabo Horn, y
luego otro marino desesperado se arrojó por la borda durante el cruce
del Pacífico, que duró 10 semanas. El Endeavor era absolutamente
vulnerable a medida que se dirigía a Tahití. No había contacto con el
"control de la misión", ni imágenes de satélite que anticiparan las
condiciones del tiempo para advertir sobre tormentas que pudieran
avecinarse, ni ayuda de ningún tipo. Cook navegó utilizando relojes de
arena y cuerdas anudadas para medir la velocidad de la embarcación, y
empleó un sextante y un almanaque para calcular la posición del Endeavor
mediante las estrellas. Eso era traicionero y peligroso.
Sorprendentemente, llegaron casi intactos el 13 de abril de 1769,
casi dos meses antes del tránsito. "En ese momento, teníamos muy pocos
hombres en la lista de enfermos; el menú del barco, en general, había
sido muy saludable gracias, principalmente, al amargo del chucrut",
escribió Cook.
Tahití fue un territorio alienígena para los hombres de Cook, como
Marte podría ser para nosotros en la actualidad. Al menos la isla era
confortable y estaba bien aprovisionada para la vida humana; los isleños
eran amigables y se mostraban ansiosos por tratar con los hombres de
Cook. Banks la consideró "la mejor imagen de un paraíso (idílico y
pacífico) que la imaginación pueda crear". Sin embargo, la flora, la
fauna, las costumbres y los hábitos de Tahití eran tremendamente
diferentes de los de Inglaterra; la tripulación del Endeavor estaba
absorta, asombrada.
Quizás es por eso que Cook y Banks tuvieron tan poco para decir
sobre el tránsito cuando éste finalmente ocurrió el 3 de junio de 1769.
El pequeño disco negro de Venus, que únicamente se pudo ver cuando se
deslizaba a través de un cegador Sol por medio de telescopios especiales
comprados en Inglaterra, tenía un poderoso rival: la misma isla Tahití.
Las anotaciones de Banks del día del tránsito contienen 622
palabras; menos de 100 de ellas se refieren a Venus. Él principalmente
realizó una crónica de sus encuentros durante el desayuno con Tarróa, el
rey de la isla, y con la hermana de Tarróa, de nombre Nuna. Ya avanzado
el día, registró la visita de "tres hermosas mujeres". De Venus, dijo:
"Fui a ver a mis compañeros en el observatorio y llevé a Tarróa, a Nuna y
a algunos de sus principales sirvientes; a ellos les mostramos el
planeta sobre el Sol y les hicimos entender que habíamos ido hasta allí a
propósito para verlo. Después de esto, ellos volvieron y yo con ellos".
Punto. Si el rey o el propio Banks quedaron impresionados, Banks nunca
lo dijo.
Cook se expandió algo más: "Este día resultó ser tan favorable
para nuestro propósito como lo deseamos, no se veía ni una nube... y el
aire era perfectamente transparente, de modo que tuvimos todas las
ventajas que podríamos haber deseado para observar el pasaje completo
del planeta Venus sobre el disco del Sol: vimos muy claramente una
atmósfera o sombra oscura alrededor del cuerpo del planeta que perturbó
mucho los tiempos de contacto, particularmente los dos internos".

Cook también observó el "efecto de la gota negra". Cuando Venus
está cerca del limbo del Sol (el momento crítico para tomar el tiempo
del tránsito), el espacio negro más allá del limbo del Sol parece
alcanzar y tocar al planeta. Esto hace que sea muy difícil decir con
precisión cuándo se inicia un tránsito o cuándo termina. El efecto no
fue cabalmente comprendido hasta el año 1999 cuando un equipo de
astrónomos liderado por Glenn Schneider, de la Universidad de Arizona,
estudió una gota negra similar durante un tránsito de Mercurio. Ellos
demostraron
1 que la distorsión es causada por la combinación
del oscurecimiento del limbo solar y la función de diseminación de un
punto del telescopio. Las observaciones de Cook se vieron claramente
afectadas. De hecho, sus mediciones no concordaron con las del astrónomo
de la embarcación Charles Green, quien observó el tránsito junto a Cook
durante 42 segundos.
Esto fue un problema para los observadores en otros sitios
también. Cuando todo estuvo dicho y hecho, las observaciones del
tránsito de Venus del año 1769, que se llevaron a cabo desde 76 lugares
distintos del mundo, y entre las cuales se incluyó a la de Cook, no
resultaron lo suficientemente precisas como para establecer la escala
del sistema solar. Los astrónomos no lo lograron hasta el siglo XIX
cuando utilizaron la fotografía para registrar el siguiente par de
tránsitos.
Cook no se preocuparía demasiado por estos temas; había muchas más
exploraciones por realizar. La Marina, a través de instrucciones
secretas, le ordenó abandonar la isla cuando terminara el tránsito y
"buscar entre Tahití y Nueva Zelanda un continente o tierra de gran
extensión".
Durante una gran parte del año siguiente, el Endeavor y su
tripulación recorrió el Pacífico Sur en busca de un continente que,
según algunos científicos del siglo XVIII, era necesario para equilibrar
las grandes masas de tierra del hemisferio norte. En un momento de
dicho recorrido, estuvieron sin ver tierra durante casi dos meses. Pero
la
terra australis incognita, la desconocida "tierra del Sur",
no existía, tal y como lo sospechó Cook todo el tiempo. En ese trayecto,
Cook conoció a los feroces maoríes de Nueva Zelanda y a los aborígenes
de Australia (encuentros que ambas razas lamentarían años más tarde), y
también exploró miles de kilómetros de costa australiana y neozelandesa.
Además, tuvo una colisión que resultó ser casi desastrosa contra el
Arrecife de la Gran Barrera.

Posteriormente, durante una escala de 10 semanas en Yakarta para
hacer reparaciones, siete marineros murieron a causa de la malaria. La
ciudad portuaria estaba densamente poblada por personas y enfermedades.
Cook partió en cuanto pudo hacerlo, pero el daño ya estaba hecho. Al
final, 38 miembros de la tripulación original del Endeavour (y 8 que se
sumaron después) perecieron; entre ellos se encontraba el astrónomo
Charles Green. "La tasa de víctimas, que fue del 40% en el barco, no fue
considerada como extraordinaria en esa época", escribe Horwitz. "En
realidad, Cook sería posteriormente reconocido por la excepcional
preocupación que mostró por la salud de su tripulación".
El 11 de julio de 1771, Cook regresó a Deal, en Inglaterra. Los
sobrevivientes habían dado la vuelta al mundo y habían catalogado miles
de especies de plantas, insectos y animales, también habían encontrado
nuevas (para ellos) razas de personas y habían buscado continentes
gigantes. Fue una aventura épica.
Al final, el tránsito resultó ser sólo una pequeña porción de la
aventura de Cook; fue eclipsado por Tahití y saboteado por las gotas
negras. Pero gracias al viaje, Venus y Cook están unidos. De hecho, se
podría decir que la mejor razón para observar un tránsito de Venus es la
historia.
Usted decide. El 5 y 6 de junio de 2012, Venus cruzará la cara del
Sol nuevamente. El evento será transmitido por Internet, entre otras
transmisiones, y constituirá el objetivo de innumerables telescopios. En
otras palabras, no se lo puede perder. Mire dentro del disco de color
negro azabache. Él puede transportarlo hacia un lugar y una época
diferentes: Tahití, en el año 1769, cuando la mayor parte de la Tierra
todavía era un misterio y el ojo en el telescopio pertenecía a un gran
explorador.
¿Puede sentir la arena entre sus dedos?