29 de marzo de 2013: El ozono huele mal. La gente
que lo respira se retuerce porque arden sus pulmones. La Agencia de
Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por su acrónimo en idioma
inglés) clasifica el ozono que se encuentra a nivel del suelo como
contaminación del aire.
Sin embargo, sin él, la vida en la Tierra sería imposible.
Una frágil capa de ozono, que se encuentra 25 kilómetros por
encima de la superficie de la Tierra, es todo lo que se interpone entre
nosotros y algunos de los más dañinos rayos UV del Sol. La molécula de
ozono, cuya fórmula química es O
3, bloquea la radiación que,
de otro modo, podría quemar la piel y causar cáncer. En Marte, donde no
hay una capa de ozono para proteger al planeta, los rayos UV solares
penetran hasta la superficie con un efecto mortífero, dejando al
planeta, el cual aparentemente no tiene vida, desprovisto de incluso las
más simples moléculas orgánicas en los primeros milímetros de suelo
marciano expuesto.
Con el fin de monitorizar la capa de ozono de nuestro planeta, la
NASA está a punto de lanzar el sensor de ozono espacial más sofisticado
de la historia: SAGE III (Stratospheric Aerosol and Gas Experiment, en
idioma inglés o Experimento sobre Gases y Aerosoles Estratosféricos, en
idioma español), el cual será instalado en la Estación Espacial
Internacional (EEI, por su sigla en idioma español) en el año 2014.
"La EEI está en la órbita perfecta para SAGE III", dice Joe
Zawodny, quien es un científico del proyecto del instrumento en el
Centro de Investigaciones Langley. "Podrá monitorizar el ozono en toda
la Tierra durante todas las temporadas del año".
SAGE III emplea al Sol y a la Luna como fuentes de luz. Cuando
cualquiera de estos cuerpos aparece o desaparece detrás del borde de la
Tierra, SAGE III analiza la luz que pasa a través de la atmósfera de
nuestro planeta. El ozono y otras moléculas absorben longitudes de onda
específicas, y esto revela su densidad, temperatura y localización.
"Esencialmente, SAGE III analiza los colores del atardecer con el
objetivo de rastrear el ozono", dice Zawodny. "Suena romántico, pero
esto es auténtica ciencia".
Los investigadores comenzaron a preocuparse por el ozono a
principios de la década de 1970 cuando los químicos Frank "Sherry"
Rowland y Mario Molina, de la Universidad de California, testificaron
ante el Congreso de Estados Unidos que los CFC artificiales
(ingredientes clave de los aerosoles comunes) podían destruir el ozono
en la estratósfera. Sus miedos no tardaron en materializarse. En 1985,
investigadores que trabajaban en el Sondeo Antártico Británico
anunciaron concentraciones de ozono anormalmente bajas encima de la
Bahía Halley, en el Polo Sur. Nuestro planeta tenía un "agujero de
ozono", y estaba creciendo rápidamente.
En lo que fue una impresionante muestra de cooperación
internacional, un tratado sobre el ozono se negoció en tan solo dos
años. El Protocolo de Montreal reglamenta la producción de CFCs y de
otros agentes químicos que destruyen el ozono. Firmado originalmente en
el año 1987, el protocolo desde entonces ha sido ratificado por todos
los miembros de la Organización de las Naciones Unidas.
Gracias a este tratado, el ozono está ahora recuperándose. Aún se
forman agujeros de ozono cada año por encima del Polo Sur, pero, gracias
al tratado, la presencia de químicos destructores del ozono se ha
estabilizado o incluso ha disminuido. Si todo continúa así, la capa de
ozono podría reconstruirse por completo para el año 2050.
Para asegurarse de que el ozono está realmente recuperándose, y
con el fin de alertar al mundo si así no fuera, la NASA ha estado
enviando sensores de ozono a la órbita de la Tierra desde hace décadas.
El primer sensor SAGE voló a bordo de satélites que observan la
Tierra a finales de la década de 1970 y principios de los '80. Los datos
recolectados por SAGE II ayudaron a confirmar el declive de la capa de
ozono y a medir el efecto que tuvo la erupción del Monte Pinatubo sobre
la estratósfera. Un sensor SAGE III ubicado a bordo del satélite ruso
Meteor–3M continuó el registro del ozono durante la década de 2000 con
más precisión que nunca.
Es usual que los investigadores se refieran a SAGE como el
"estándar dorado" cuando se trata de monitorizar el ozono. "El equipo
para medir el ozono, de SAGE, tiene una alta precisión, mejor que el 1%
en la estratósfera baja y media, y una muy alta resolución vertical de 1
kilómetro o mejor", dice Zawodny.
Cuando SAGE III arribe a la estación espacial, medirá el ozono en
la atmósfera más profundamente que nunca, alcanzando así la tropósfera,
que es el área por donde vuelan los aviones y vive la gente.
"Desde la EEI, SAGE III obtendrá una visión global del ozono
troposférico", dice Zawodny. "Sospecho que habrá algunas sorpresas en
esas mediciones".
Zawodny está ansioso por averiguar qué encontrará SAGE III en la
estratósfera inferior, encima de los trópicos. "La recuperación del
ozono en esos lugares está ligada a los gases de efecto invernadero como
el CO
2. Dado lo que sabemos ahora sobre el incremento de las
emisiones de efecto invernadero, es posible que, en los trópicos, el
ozono nunca regrese al nivel que tenía en la década de 1980".
SAGE III también escudriñará las regiones del Ártico. Usando la
Luna como fuente de luz, SAGE III puede detectar el ozono durante la
oscuridad del invierno polar, situación en la que otros satélites tienen
dificultades para ver.
Esto basta para que un científico riguroso se torne elocuente al
respecto: "Las imágenes de la salida y de la puesta de la Luna y el Sol
son dramáticas y espectaculares", dice Zawodny. "El juego entre la
fuente de luz y el ambiente deleita los sentidos y provoca la
imaginación. La habilidad que tiene SAGE III para convertir esas
impresiones en algo más significativo es un gran placer".
En otras palabras, permanezca atento para conocer interesantes datos sobre el ozono.